Es domingo y esta columna es «Desde el balcón» de Rufino Hernández.
Cuando se lanza una campaña mediática tan bien orquestada y de tal tamaño, como la que se ha organizado contra el ministro Garzón, hay que preguntarse adónde está la cocina en que se ha guisado la olla de tales dimensiones.
Aumenta la necesidad de seguir haciéndose preguntas, cuando se comprueba que la campaña se prolonga en el tiempo, a pesar de haberse publicado los bulos y mentiras que contiene, y a pesar de haberse publicado las manipulaciones a que habían sido sometidas las declaraciones del Ministro en el periódico The Guardian, unas manifestaciones que se hicieron el día 14 de diciembre y fueron publicadas el día 26 del mismo mes.
Hasta el día 3 de enero no tuvo trascendencia alguna la publicación. Fue en esta fecha cuando apareció la campaña organizada, en la que salieron en tropel y de forma furibunda los políticos del PP, secundados por la mayoría de los medios de comunicación. En esos ocho días que van desde el día ventiseis de diciembre al tres de enero, la derecha había utilizado el tiempo para moldear mimbres y tejer redes importantes, con la intención de poner a Garzón y al propio Gobierno contra las cuerdas.
A medida que avanzaba la campaña, fueron saliendo asociaciones de los diferentes sectores poblacionales: de la agricultura, ambientalistas, nutricionistas, ecologistas, científicos, manifestando su coincidencia y apoyo a las declaraciones del ministro Garzón.
Es curioso comprobar cómo los sindicatos ASAJA y Jóvenes Agricultores, hasta el día antes de la masiva publicación del bulo, se manifestaban críticamente contra la ganadería intensiva y, como cambiaban de chaqueta el día posterior a la publicación. Lo mismo ha pasado con el Partido Popular, revisando la hemeroteca podemos ver a políticos de este partido tras una pancarta, en la que se criticaba la ganadería intensiva y más tarde, cómo se convertían en los más impulsivos críticos, ante las moderadas y razonadas manifestaciones del ministro Garzón.
También resulta sospechoso que, en zonas como las de Extremadura, donde existe una ganadería principalmente extensiva, hayan levantado el grito como chacales, políticos del PP y del PSOE, a favor de la ganadería intensiva.
En Aragón, la postura defendida por Lambán es incomprensible. Un presidente de una comunidad que tiene en su territorio un 30% contaminado, y más de 20 asociaciones de su autonomía se han enfrentado a este desastre insalubre y medioambiental, causado por la ganadería intensiva, hace pensar que tiene intereses ocultos e inconfesables.
Las manifestaciones más sonoras y más críticas que se siguen viendo y publicando en los medios de comunicación, así como en los órganos internos de su partido, son las del señor Page, en las que lanza con virulencia inusitada contra Garzón y todo aquel que no piense como él. Este es el comportamiento de un presidente de una comunidad, Castilla-La Mancha, altamente contaminada por los efectos de las macrogranjas.
Algún día tendremos claras las noticias sobre su relación con Incarlopsa, empresa cárnica instalada en Tarancón, Cuenca, y con uno de sus socios mayoritarios de esta empresa, Mercadona.
Otro caso importante a mencionar, es el del señor Mañueco, presidente de Castilla y León. Este insigne representante del PP ha utilizado esta mentira y este bulo contra Garzón, en su precampaña electoral, tan llena de sombras.
Todos estos comportamientos y circunstancias, nos llevan al gran lobby de la industria cárnica, una industria que ha crecido exponencialmente los últimos años, y que gran parte de su producción está dedicada a la exportación, principalmente a China, debido a la peste porcina que ha padecido este país asiático.
En el centro de esta organización empresarial encontramos a cárnicas El Pozo, un grupo familiar con importante número de empresas, que abarcan múltiples sectores, lo que les ha permitido amasar una de las fortunas más importantes del país, cuyo origen y principal activo de este conglomerado empresarial es el cárnico, organizándose a través de la empresa Cefusa, en cuyas explotaciones ganaderas cuentan con 651.000 cerdos.
Todos pudimos ver el programa de Salvados que, dirigido por el periodista Évole, en el que nos mostró una granja con cerdos deformes, debido al uso y abuso de antibióticos, esta macrogranja pertenece al grupo El Pozo. El programa tuvo una repercusión social mediática importante, pero fue acallado. La intervención de una veterinaria, llamada Gema del Caño, de la que se hizo eco el poder mediático, y también la ministra Tejerina, ahora viviendo a costa de las puertas giratorias, que, declamando panegíricos sobre las bondades de los productos alimenticios españoles, consiguieron enterrar las noticias sobre este desastre animal de esta empresa.
El Pozo no es solamente un holding poderoso de empresas, sus gestores también han conseguido una importante relación dentro de la vida social de este país, entre los que se encuentra la familia real. Se les ha podido ver en las bodas de esta realeza, en sus fiestas, incluso ha nacido un noviazgo entre estas amistades.
Llegando a esta parte del relato, es fácil entender el cambio de chaqueta de ciertos políticos y sindicalistas agrarios, del seguimiento y virulencia desatada contra el ministro Garzón y el Gobierno de España, que está llevando a cabo la derecha extrema y la extrema derecha. También queda clara la indefinición y vacilaciónes de la parte sanchista del gobierno, así como la distancia que este sector mantiene con el ministro de Consumo.
Una comida de lobos, una polémica importante que, de seguir manteniéndose en el tiempo, servirá para dar a conocer al gran público, en que clase de manos está nuestra salud y sostenibilidad del planeta. En lo político, podremos ver más transparente las conexiones existentes entre el poder político y el poder económico.
Como respuesta social, ya veremos si la gente honrada del pueblo es capaz de levantar la voz contra esta ambición desmedida, contra esta sinvergüencería, contra tanto crimen medioambiental y animalista.