Por Rufino Hernández
Durante 5 días ha permanecido en Burgos una comisión de zapatistas. Otros 180 compañeros recorren Europa para explicar su forma de gobierno, su forma de entender la vida.
Han recorrido miles de kilómetros, desde Chiapas hasta la Europa consumista, para decir a la gente, a los que ellos consideran personas llanas, a los trabajadores organizados en los movimientos sociales, el cómo entienden, desde el zapatismo la lucha social, dar a conocer los métodos que emplean, la filosofía que les alimenta y el camino de su revolución.
Han huido de reuniones con políticos, de ruedas de prensa, de radios y televisiones. Querían hacer llegar su voz, su sentir de forma directa, con la cadencia y sinceridad que sale del fondo de sus entrañas, de sus corazones.
Conocen el poder político y el mediático, no querían que nadie pudiera manipular sus palabras, sus mensajes.
Desde su voz hemos podido conocer su historia, el nacimiento de su revolución zapatista, de su realidad actual. Esta delegación indígena, heredera de los pueblos mayas, hoy agrupan a 68 poblaciones, cuyos habitantes en su día fueron desposeídos de sus tierras, de sus bienes, y fueron sometidos a duros trabajos, a cambio de una mínima y cruel ración de subsistencia. Esta situación les empujó, hace 27 años, a levantarse en armas contra el Estado Federal mexicano, como respuesta y poder liberarse de la esclavitud en la que estaban sumergidos y alcanzar su dignidad humana.
Con su enfrentamiento armado contra el poder del Estado, esperaban que una gran parte de la sociedad mexicana les ofreciera su apoyo y colaboración, pero esta respuesta no se dio, por el contrario, aparecieron infinidad de manifestaciones pidiendo el cese de la guerra, si bien proponían otras soluciones.
Esta circunstancias les forzaron a profundizar en la historia de su pueblo, les obligó a abandonar la lucha armada, apostando por la vida, por la cultura indígena, por lo común, por los cuidados, por la autogestión.
El año 1996, partiendo de tres palabras: lucha, resistencia y rebeldía, se dieron como medio de coordinación el llamado Consejo Nacional Indígena. Desde esta plataforma elaboraron los siete famosos principios que dieron la vuelta al mundo, ganando la simpatía internacional. estos son los principios:
Servir y no servirse.
Construir y no destruir.
Representar y no suplantar.
Convencer y no vencer.
Obedecer y no mandar.
Bajar y no subir. Proponer y no imponer.
Habían decidido que su única arma a utilizar para conseguir sus objetivos, era la palabra y, estos siete principios, eran la munición que les llevaba por la metodología de escuchar y convencer. Con esta filosofía han venido a compartir con una parte de esa gente que ellos contabilizan como miembros de la Europa insumisa, para potenciar la unidad de los pueblos entre sí y con la tierra, con la naturaleza, con el medio ambiente.
En estas conversaciones y convivencias que hemos mantenido con estos hermanos zapatistas, hemos podido señalar al enemigo común: el capitalismo. Hemos podido aprender la manera en que este pueblo, de 68 municipios, ha conseguido emanciparse del sistema opresor, del como han llegado a la autogestión de sus cuidados, de su salud, de su economía. Nos han hecho ver que la cultura no es una simple acumulación de conocimientos, sino que pasa por la tierra, atraviesa a las personas con las que tiene que convivir en armonía, evitando que aparezcan propietarios y explotadores.
Estos zapatistas hermanos son totalmente autónomos, no aceptan subvención alguna del mal gobierno, así denominan a la forma de gobierno del Estado mexicano, se niegan a sus esclavizadoras hipotecas. Nos han enseñado, a través de su práctica, que las mujeres y los hombres son iguales, que tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones.
Estos pueblos mayas nos han enseñado que, con la palabra, utilizada como arma transformadora, han conseguido poner en práctica su teoría: «el poder está en el pueblo y es el pueblo el que gobierna».
Al hablar con estas personas, con estos mayas, con estos zapatistas, es normal caerse de bruces ante tanta sencillez, tanto sentido común y, al mismo tiempo, con tanta carga de profundidad en sus comentarios. Los habitantes de esta vieja Europa nos creemos que somos los dueños del progreso, los cultos, los que hemos desarrollado la democracia y el humanismo. Tenemos que comprender que somos víctimas de nuestro propio desarrollo económico, esclavos de nuestra propia cultura y fagocitadores de la cultura y bienes de otros pueblos a los que consideramos hermanos.
Gracias por la visita, gracias por tantas enseñanzas.