Por Rufino Hernández
Domingo 6 de marzo, hay guerra en Europa y Rufino Hernández hace su columna «Desde el balcón».
A lo largo de la historia, los diferentes imperios han actuado como virus insaciables. Han y siguen siendo capaces de aliarse con sus peores enemigos hasta que estos les sean útiles, para después dejarles en la estacada y, cuando crean conveniente, en la caja mortuoria. Estados Unidos es el puro heredero de esta metodología, así actuó con Noriega en Panamá, con Adam Hussein en Irak, con el saudí Osama Bin Laden.
Hoy, en plena guerra, sigue haciendo lo mismo con el ucraniano Zelenski.
En tiempos de paz democrática, este imperio sigue funcionando a través de guerras frías, o llamadas de otra manera, guerras de mercados o guerra sin fusiles. En este caso, la penetración del Imperio tampoco cesa, consigue sus objetivos a través de los lobbies financieros y de los políticos afines de turno. Cuando esta estrategia no es lo suficientemente apropiada, recurre a la provocación de la guerra armada.
Ucrania es la última guerra de su politica expansionista y de control geopolítico,
para lo cual está utilizando a Zelenski y armando a los países vecinos, tomando como base, la organización y disciplinas que ejercen desde el seno de la OTAN. En esta guerra no solamente están funcionando las armas que destruyen edificios y matan a las personas, están teniendo enorme importancia las armas que controlan y perturban las mentes, me estoy refiriendo a las agencias de noticias.
A nuestros receptores únicamente llegan las noticias que se emiten a través de los medios que se distribuyen desde el bloque que domina la OTAN, las noticias que pudieran llegar desde el otro bloque agresor, Rusia, no llegan al gran público, y las que llegan, nos vienen manipuladas.
En el parlamento español del pasado día 2, pudimos ver el blanqueo que se está haciendo a Zeleski y a sus batallones fascistas, la mayoría parlamentaria solamente se fijó en la criminal actuación de Putin, ocultando la ambición de Estados Unidos, de sus aliados de la la OTAN, y de la metodología que emplean para fomentar las guerras.
Hay un adagio, conocido como la maldición gitana, que dice: «dios te de juicios y los ganes». En esta guerra seguirán ganando los fabricantes y mercaderes de armas, continuarán perdiendo las clases populares, sin distinción del lado de las trincheras en que se encuentren. Los pueblos, además de poner los muertos, tendrán que soportar las consecuencias económicas y mentales que indudablemente se incrustrarán en nuestras mentes.
Mantener las distancias ante los medios de propaganda, llámense periódicos, radios, o televisiones, mantener el pensamiento crítico a favor de la paz, del no a las guerras y a las múltiples ambiciones que las provocan, es la mejor medicina para librarse de estos desastres que fomenta el género humano.
Se mueven los cimientos al mirarse uno hacia dentro y comprobar que España es parte de la OTAN. Es triste el ver en la cruda realidad el viraje del PSOE, defendiendo el armamentismo y la guerra. Ver como este partido se hace coincidir con todas las derechas. Aumenta el nivel de la tristeza el escuchar a la mayoría de los parlamentarios españoles, con su retorcido lenguaje, intentarnos convencer de que ellos son los que buscan la paz, y que los demás estamos equivocados, es lamentable.
Aumenta la rabia, al ver y observar a esta Europa guerrera, intentar tapar su mala conciencia con falsas solidaridades, ofreciendo solo a estos desplazados, cobijo, comida y sanidad. Necesitan mostrarse, bajo una aparente humanidad, sensibles con con los miles de personas desplazadas por esta guerra, en otras ocasiones, consideradas como «simples daños colaterales».
Todo nuestro apoyo a este pueblo desplazado, que atrás deja sus familias, sus bienes y muertos, por culpa de los padres de las guerras, por las ambiciones desmedidas de estas aves carroñeras.
Es el momento de exigir a estos provocadores, actores y defensores de las guerras, que tengan el mismo grado de sensibilidad y humanidad con todos los miles de desplazados que tienen que atravesar fronteras, saltar vallas y cruzar mares en patera.
Si no lo hacen así, tendrán que escuchar nuestras voces y nuestros gritos, llamándoles criminales, hipócritas y malnacidos.
Nosotros seguiremos con nuestra solidaridad, sin distinción de razas, ni de colores, ni de credos. Seguiremos gritando no a las guerras y a los canallas que las fomentan. Seguiremos trabajando y uniendo a nuestros sueños, la esperanza de un mundo mejor.