«Desde el balcón» de Rufino Hernández, otro domingo nos deleita con su columna, actual y reflexiva, las entidades de ahorro.
Había una banca pública y la vendieron.
Los bancos privados se concentraron, se hicieron los guardianes de todo el dinero patrio. Nos regalaban sartenes y cacerolas, abriéndonos las puertas de su maravilloso mundo.
Nos dan préstamos, presumimos de casa y olvidamos que vivimos hipotecados , dependemos de sus decisiones, somos víctimas de sus manos. Aumentamos el consumo al pagar con múltiples tarjetas,
dirigiéndonos de esta manera la vida.
Les hemos hecho imprescindibles, quedando nosotros en estado vulnerabilidad.
Hoy imponen sus leyes, nos cobran por guardar nuestro dinero, nos imponen los horarios, nos aumentan las distancias, nos ponen una máquina para que trabajemos gratis para ellos, exigiéndonos un alto nivel de conocimiento de las nuevas tecnologías.
Sus poderes se han colocado por encima de los Gobiernos, al adquirir y ser depositarios de millonarias cantidades de deuda pública, llegando a exigir al propio Gobierno enormes cantidades de dinero a fondo perdido, para superar las diferentes crisis a que su ambición les ha llevado.
Hoy nos quejamos del abuso de sus poderes, y tenemos razón, pero también debiéramos ser conscientes que nosotros hemos querido entrar en su sistema, en su jaula de oro.
Hoy nos enteramos que, por mucho oro que tenga la jaula, nos oprimen sus barrotes, no deja de ser jaula.