Rufino Hernández no se olvida, a pesar de las altas temperaturas, de escribir «Desde el balcón» para Radio Abla.
Este junio terminó de forma trágica. Dos desastres importantes han cimbreado a la sociedad española, dos desastres que pasarán a los anales de la historia de este país, y de la historia interna del PSOE.
Las primeras noticias que nos llegaron, fueron las masacres que se ejecutaron junto a las vallas de Melilla. Los vídeos y fotos de estos crímenes, han dado la vuelta al mundo.
Antes de que llegaran las noticias de la masacre de esas 37 almas negras, ya se sabía que todo podía suceder y que no sería fruto de un hecho fortuito, ni de ninguna casualidad, sino de un hecho planeado, en cuya inteligencia organizativa veríamos las manos y la cartera del imperio norteamericano.
Como se preveía sucedió. Todo empezó con el cambio de postura política de Pedro Sánchez respecto
al Sáhara, lo que provocó un enfrentamiento con Argelia y, por consecuencia, una bajada del suministro de gas a nuestro país por esta nación, hasta ahora nuestro primer proveedor, pasando a ser en la actualidad Estados Unidos, a pesar de ser bastante más caro.
Ha sido el imperio yanki el único ganador de esta nefasta trama, lo que explica por si solo su grado de implicación en estas matanzas humanas.
Los 37 muertos, acto en el que el sector sanchista del gobierno de España, fruto de su implicación, se manchara las manos de sangre, siendo el dictador alahuita responsable de la masacre, fue otra vez el imperio americano el que también sacó rédito de esta segunda parte de la trama, consiguiendo aumentar su presencia en el territorio marroquí, y por tanto en un lugar estratégico, con más capacidad logística en caso de futuras intervenciones militares en África.
El segundo desastre que ha caído sobre nosotros, en este presente y que condicionará nuestro futuro, ha sido el convertir el reino de España en un lugar de encuentro, en la anfitriona y portavoz mundial del militarismo, a través de la OTAN. El capo americano, con su multitudinaria corte, se reunió en el Campo de las Naciones madrileño, con los serviles jefes guerrilleros de Europa. Varios e importantes objetivos traía en su cartapacio: ensanchar las fronteras del imperio, aumentar su negocio de venta de armas, e implicar a sus aplaudidores y colegas europeos, obligándoles a aumentar su presupuesto armamentístico.
Pedro Sánchez, unos días antes de la fatal cumbre, ya había preparado su propio camino, invirtiendo más de 2.000 millones de euros en la compra de aviones de combate y, durante las comilonas y negociaciones, se ha comprometido a seguir hipotecando a nuestro país, con la compra de dos destructores que se instalarán en la base de Rota y, por si fuera poco, a aumentar el presupuesto del Ministerio de la guerra, pasando del 1,2% actual, al 2% del PIB.
De este movimiento tectónico que ha provocado la OTAN, a obligado a moverse la capa social. Han vuelto a resonar aquellos viejos eslóganes: «OTAN no, bases fuera», «no a la la guerra, bases fuera».
Desde el primer momento comenzaron a multiplicarse por todo el estado las manifestaciones al grito del pacifismo, dirigidos al rechazo de la sustitución armadas, contra el sector sanchista del gobierno de España por su apoyo y postura belicista.
Todo este movimiento ha sido una continuación de las importantes manifestaciones provocadas por los 37 muertos y cientos de heridos junto a las vallas de Melilla, masacres y negocios armamentísticos en los que coincide el mismos capo, los mismos guerrilleros, los mismos alguaciles.
Estas manifestaciones espontáneas, dieron origen a una cadena de manifestaciones unitarias que, bajo el mismo cartel y los mismos eslóganes, se extendieron por todo el territorio nacional el día uno de julio. El Psoe se puso nervioso, llegando a prohibir algunas de estas manifestaciones, como la de Sevilla, al tiempo que ponía en movimiento toda su maquinaria mediática para manipular el sentido y origen de las manifestaciones.
Estas movilizaciones, la mayoría de ellas numerosas, nacieron de las organizaciones sociales, lejos de la influencia sindical y partidista, lo que significa y da a conocer la existencia de un tejido social y su capacidad organizativa.
El sanchismo, con sus sueños belicistas y su opción de ir de la mano del imperio, ha dejado políticamente huérfana a una izquierda consciente comprometida, al igual que a muchos de sus votantes que, por tradición no costumbre, elección tras selección han venido echando en las urnas la papeleta del Psoe.
Vuelve a aparecer un movimiento similar, aunque con características diferentes, que nos hace recordar aquel 15m: autónomo, crítico a sindicatos y partidos, pero con la necesidad de organización entre sí, y pesar de las manifestaciones espontáneas a las unitarias.
Las organizaciones políticas, situadas a la izquierda del PSOE, están obligadas a conseguir la coordinación y unidad de acción entre ellas, a retomar aquella «nueva política» de la que tanto se habló, a poner en práctica aquella palabra que consiguió ponerse de moda, «empoderamiento», de hacer análisis de estos último 7 años, de sumar las experiencias acumuladas y encontrar las coincidencias de este trabajo que se hace en las instituciones, con el que se hace en las calles plazas y tajos, al que todos y todas debemos fomentar.